El
padre que oficiaba la misa había dicho las palabras que el novio debería
repetir para desposar a la novia.
Al
momento de hacerlo, el novio cambió dichos mandamientos y se dirigió a la
novia, y con una voz suave le dijo:
- No podré darte las riquezas del mundo que
toda mujer añora, ni viajes al extranjero, o pasear por París, o visitar New
York, bolsas y abrigos de pieles, tampoco anillos de diamantes o joyas
preciosas.
Si quieres cambiar de opinión y decirme no, lo entenderé, sin
embargo, si estás dispuesta a quedarte conmigo, te ofrezco mi amor y pongo mi
vida en tus manos; mi alma para adorarte y mi corazón para cuidarte.
No tendrás
riquezas, pero sí un hogar para vivir juntos hasta viejitos, tener hijos y
educarlos a nuestra manera, un perro que se llame pantera, qué más da, sortear
problemas juntos, porque la vida no es color rosa y si lo fuera, que aburrida
sería.
Llegar a viejitos juntos de la mano, y prometo esconderte el bastón y
tus dientes postizos.
Si me aceptas, te prometo que serás la reina de mi
humilde morada.
Texto de Hagen David
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